Es en pecado divagar
hasta la jungla
aparte de mí sus trazos
despiadada.
Veo aún al menos algo
entre la bruma dibujándose,
un corazón como el cielo de grande
que abstraigo aquí en mis hojas;
y es todo tan extraño
sobre estas baldosas
que no me reconozco
en el espejo
y sé quien soy:
me veo viejo y solo,
una vida resumida en el rincón
donde voy cuando me siento así
sin más que fotos
de momentos tanto mejores...
Puedes encontrarme
siguiendo los pasos de mi doble
por la fría estación
donde solíamos esperar
algo de los días mientras corren
y es mi melancolía que desborda
en otra de esas canciones
que a mi alma pesan
si no las suelto.
Y otra cosa son los sueños
de mi boca que se apropien,
las mañanas a las vueltas
en torno al foco del dolor
al estar tan solo aquí en la noche
de los polos
como yo...
Me iré volando
sin guardaros rencor.
Piso los muros,
fantasmas azules
que se forman con el humo,
los días que lo aburren a uno
en la cumbre del mundo
susurrando algún augurio
para protejer a los suyos
del mal que abunda
en la calle honda
y más allá, en la recóndita,
pues nadie sabe...
Pasan las olas casi rozándome
y no hay quien se oponga.
Cuando vengas,
desahógate
al borde de mis latidos
de inconformismo activo,
ignora el reloj
y encuentra el clímax
en todo a tu alrededor
(no habrá retorno
a aquel error).
No estás solo,
también estoy yo...
Y no va a acabarse este sueño
de un día a otro.
No sé si me oyes
pero aquí estoy
tan vivo como siempre
que abro el bote
y me soporto
(-No sé yo... -.)
yo que soy
si acaso el otro
de alguna forma
en mi obsesión
de tremendo ilógico
absorto en la situación
de mis renglones
aún sin código,
cómo no.
No te exijo yo a ti nada
de lo que falta a esta hora
todos los días tanto,
ni que aflore en mí la esperanza
de que nazca bella flor
de mis psicosis...
Que me aclama la vuelta al sobre,
vamos, suéltalo,
que no hubo días mejores
pero cómo
serán los que vienen
directos como flechas al corazón.
Tú me carcomes como la pena, Dios.