Fátima Aranda

VIERTEAGUAS

No siempre fui charco de lluvia 

esparcida sobre los adobes 

de barro descarnado

ni luz oscilante entre los cañizos

ocres de las palmas desplegadas

del voladizo.

 


A veces fui la gélida sombra del tejado

y me deslicé por la boca azul

del caño de plomo en el que arrastraba,

entre mis cejas abiertas,

tu espacio.