No siempre fui charco de lluvia
esparcida sobre los adobes
de barro descarnado
ni luz oscilante entre los cañizos
ocres de las palmas desplegadas
del voladizo.
A veces fui la gélida sombra del tejado
y me deslicé por la boca azul
del caño de plomo en el que arrastraba,
entre mis cejas abiertas,
tu espacio.