Camboya asesinó sus flores en demasía,
que ni rosas florecieron en el cielo tan oscuro;
el comunismo déspota pasó a la grosería
en límites jamás vistos como leche cianuro.
Una máquina de matar, Rojos sin ternura
degollaron hasta el Amor haciéndola invisible:
bajo una ducha de hambre y profunda hondura
un autoritarismo que se creía invencible.
Los muertos ya danzan bajo luz brillante,
una llama de valor su cielo Dios los estima:
almas yermas que en gloria estén, arriba los anima.
Recuerdos para aquellos su padecimiento,
rezar por su bienaventuranza yo lo cuento,
aquella telaraña jamás se repita cosa semejante.
IN MEMORIAM A LAS VÍCTIMAS
DE LOS JEMERES ROJOS
(Junio 2.022)