La caricia de sus manitas,
la mirada de sus ojazos,
la alegría en sus grititos
y nuestro corazón...¿y nuestro corazón?
se deshizo en uno de sus abrazos.
Un avioncito que despega
del plato de la cocina
y nuestros mejores retratos,
llora de envidia Picasso!
con restos de plastilina.
Ellos, los angelitos
que se deslizan en piyama
en puntas de pie, sigilosos,
para invadir sin batallas
los dominios de nuestra cama
Y sueltan carcajadas al viento
y son amigos de las mascotas
y llevan mariposas en su pelo,
en sus mejillas, las rosas
y las luces del firmamento.
Si un día te cansas, hermano,
porque este mundo te ha rendido,
juega con un niño por un rato
o contempla su rostro dormido.
Encontrarás la esperanza que renueva
y el amor que creías perdido,
el propósito para seguir adelante
y a tu Dios, en su alma, escondido.