Paseó frente a mi
con su insuperable
belleza encantadora;
no sé si me notó,
sí sabe que yo a ella;
porque mis ojos
le hablaron diciéndole
que alguien se enamoró,
y ese alguien le adora.
Recuerdo perfectamente,
de aquella fechada tarde,
el escenario repentino,
segundos, minutos,
la hora.
Un sueño en eso nació,
de los que el corazón
implora;
el alma grita y repite:
no dejes ir el amor
riega la rosa,
abónala…,
y así verás cómo aflora.
Y yo seguí en el silencio,
impactado y sin palabras
con lo que sin querer,
se admira, hace callar;
y uno hasta se enamora.
Hoy lamento no hice nada
con mi voz que se congeló,
sentí ese día la soga
que obstruyó todo el oxígeno,
no tuve aire para hablar,
los nervios fueron mi horca.
Me duele hoy darme sentencia
en un juicio repentino,
injusto y sin demora;
donde aprendí
que sino hablas cuando debes,
después…,
alguien se arrepiente y llora…
A.Maestre