Como destellos fugaces entre brumas,
filtrando la criba del follaje de pinos.
Tocando la nieve derretida,
oteando el viento frío
de una mañana de febrero.
Bajando por la autopista,
y trayendo consigo evocaciones
de una canción cuyo nombre y letra
no recuerdo más allá
de unos cuantos compases
y unas frases vagas.
Así
furtivo tu recuerdo se presenta
como esas luces de estrobo
que destellan arrojando siluetas
plateadas luego negrunas,
tres o cuatro veces por segundo
visible al ojo en una secuencia entrecortada
estática y cinética.
Grabado en la virtual película
de la memoria, del pasado remoto.
Archivado en alguna
escondida gaveta del cerebro.
No estás presente tú,
es tu recuerdo sólo,
fantasmal, etéreo, que se atisba
en el viento de otoño.
Si no te dice nada este poema,
no me importa, para mí lo dice todo.
Y basta.