Es por tu ingrato amor que yo padezco.
No pensé liarme contigo en desventura.
Siempre he esperado de ti gran mesura.
Por ello, tu error yo, no te lo agradezco.
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Siempre he tenido claro lo que merezco
y no es un Señor, que viva en aventuras.
Y si eso pasa, echo mano de una ruptura.
No pidas perdón, de ese mal, yo carezco.
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He visto muchas damas, mirando al lado.
No quieren ver en su amado la realidad.
Unas optan por la traición y el perdonar.
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Cuando el traidor, es por su yunta, cazado,
la ofendida, llega a resentir esa indignidad.
Si no hay perdón, tendrá ESE, que empacar.