Nunca habías estado tan cerca de morir, desde el día que tú corazón comenzó a latir.
Nunca habías estado tan lejos, desde el día en que estuviste sentado, pensando que correr sería en vano.
Nunca temiste a dar un paso, hasta ese momento en donde una caída sería el dolor de alguien más.
Nunca un jardín ajeno significó tanto, hasta que una lágrima de nostalgia, un par de manos sucias y raíces moribundas comenzaron a labrar un pequeño voto de fe.
Nunca hubo una cárcel más agobiante que una corbata, camisa, pantalón y saco, que nos separara por más de 25 años.
Nunca fue tarde para un baño con agua tibia y 10 °c, para escribir entonces con serenidad sobre aquello que hierve y lo otro que delira de frío.