Tan solo estabas recorriendo
entre hojas secas de otoño,
te ví mas no pude captarte,
detras de un hueco te escondiste,
supe de tu profunda humildad
y estiré el brazo dentro de tu lugar,
oliste mis uñas y las besaste
en un gesto de admiración.
Te observé dejada atrás, humillada y pasiva,
te recojí de la calle, mientras
tus sollozos hacian a más de uno
dar vuelta y ver un acto tierno,
espectacular.
Lloraste por mamá mientras te lleve a casa,
y al llegar te dormiste en un sueño eterno
en el que enterraste tus vicisitudes y adoptaste
esta nueva vida que te entregué ese dia.
Creciste entre travesuras y adaptaste mis formas,
dormiste en brazos y succionaste orejas,
recordando a tu mamá en cada instante,
fortaleciste ese instinto abrasivo y te volviste
sumamente inteligente y capaz.
Toleraste la misma maldita comida de siempre
y me diste esos cariños
justo en los momentos esperados,
momentos de hueca y obscura soledad.
No olvidaste tu rebeldía y tu lado salvaje,
diste el sí a tus amistades de a poco,
y soy tan feliz hoy al saber
que a distancia pero amorosamente
la compañia te hace bien.
Un profundo respeto creció en los dos,
sé que del uno al otro mantenemos ese fuego
vivaz y siempre atento, ese profundo querer
que siento por tí, divina.
Te amo con esa firme certeza
que tienen los árboles
al recibir esa brisa, y al saber
que es constante, que no se irá,
y que siempre los acompañará
mientras vivan.