Siendo yo una señorita de delicado trato.
Aprendido de mi madre y de la Escuela.
Me ha tocado por desgracia, un ingrato;
que, al verme rica, ha sacado las espuelas.
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Cómo iba yo a saber que habría un pugilato,
entre mí ilustrada madre y mi sabia abuela.
Ambas, matronas de lucha y de gran olfato,
me han dicho que debo andar con cautela.
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Me planté con firmeza ante esos dos robles.
Pero, muy poco duró mi porfía, ante mamá.
Un día y sin avisar, llegó el garufa, por plata.
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Y allí mismo, se lanzó una propuesta innoble.
“Vente conmigo a mi pago que, nadie lo sabrá”.
Supe que el sagaz desea plata y queso la rata.