Una sonrisa libre, desmesurada, querida, se desencadenaba entre nosotros y, sin embargo, intentaba pese a la rotunda alegría mantener cierta cautela.
Como si movernos dentro de dios no fuera otra cosa que el cortejo de sonreír por habernos encontrado.
Para toparme con tu olor y sonrisa
Para que me dejes tonta después de darme una felicidad pequeña y finita.
Para ser el orgasmo que ríe y llora.
Sólo un dios dotado de una fina delicadeza puede enfrentarnos a aquel que sonríe de ignota alegría con sólo vernos.