De camino en la noche a su casa,
Se preguntó una joven… ¿Qué es lo que pasa?
Pues de repente, sobrevino un gran vendaval,
Y buscando un propicio refugio, pues la tormenta, era infernal.
A pocos pasos, halló una casa de piedra, como la mejor protección.
Pero al tocar a la puerta, el indolente dueño, su ayuda le negó.
Por fortuna, la mujer superó la dura prueba,
Pues diligente, subió un altozano, hasta encontrar una cueva.
El agua inundó, la casa de piedra, desde el cercado.
Y el propietario murió en su heredad bien ahogado.
De forma igual, acontece al avaro
Que raudales de dinero atesora,
Y por ahorrar enseres, no tiene señora.
Prefiere grandes kilómetros caminar,
Que centavos, del módico transporte, pagar.
Pasa la mañana, completa en ayuno,
Por no gastar, un primordial desayuno.
Almuerza en mesas de caridad,
Ocultando su gran prosperidad.
Pues prefiere, un limitado corrientazo,
Así con indigentes, comparta el vaso.
Cuando le piden, de pan, un solo bocado.
Refunfuñe, voltea la mirada, al otro lado.
Un día, no recibió comida del comedor comunitario.
Porque el pueblo descubrió, que era, gran millonario.
Entonces, aunque adinerado, prefirió el hambre aguantar.
Maldiciendo… nunca más, un bocado de comida fue a probar.
Su fortuna fue, Para algunos cruel;
Y no necesitando, ningún centavo, para su muerte.
Pues el diablo lo llevó al infierno, ¡que mala suerte!