No fueron muchas, sino más, las veces
que hallaste en mis caídas un resquicio
por donde engalanar el precipicio
del colorido brillo de los peces.
Al entregarme al frenesí con creces
buscando de tu voz algún indicio,
en numerosas pérdidas de juicio
a sendas lunas tuve como jueces.
Por hondas no, por insondables ganas
apareciste abriéndome la puerta
a un mundo cimentado en filigranas.
Surcando desvaríos en alerta,
me desprendí de rémoras mundanas
y aluciné contigo a tumba abierta.