En un idílico lugar, alejado y tranquilo,
donde solo se oía la brisa de la sierra,
el trinar magistral de los jilgueros,
el sonido de las motosierras
y los alaridos de los tiernos infantes
que eran descuartizados por ellas,
habitaba un ogro muy malo y muy feo,
de lo peor que hay en la tierra,
pero despistado y poco previsor
porque se quedó si gasoleo para la motosierra.
Por ahí pululaba un príncipe elegante y guapo
que entró en la nobleza con un braguetazo,
una princesita a la que algún hada
la convirtió en una oveja descarriada,
junto con su padre, cuyo mayor mérito
es vivir del cuento también como emérito.
Pronto murió el ogro que presenté antes,
El viejo lo confundió con un elefante.
Mientras tanto el principesco
y lo llamo así porque era muy fresco,
como ni sabía ni quería cortar leña
buscaba el calor con cualquier lugareña.
Continuará....