Como una antorcha que alumbra
las largas noches del invierno,
así encienden tus ojos en mi vida
la triste lucha incesante del destino.
Como fuego que arde inagotable
en los oscuros refugios del silencio,
así es el cántico dorado
que escapa de la dulce voz de tu recuerdo.
Como rayos de sol aparecen
tus manos a calmar cruel agonía,
de gigantes dormidos en el tiempo
enredados en los lazos de la vida.
Como aroma de pétalos de rosas
tu presencia en el tiempo detenido,
arrebata la angustia acumulada
de la espera incesante de un olvido.
Como marca indeleble tu silencio
carcome el sueño estremecido,
cobijando los surcos misteriosos
del río caudaloso...del destino.
María Inés Pascuccio.