El plenilunio va de farol
con el sexto sentido,
alud
de la flor celeste,
que se otorga
al deshacer vital
de tu mirar réprobo.
¡Ven!,
que te ven,
bajo el hechizo de fresa
de las frases hechas,
hasta que el horizonte plegable
haga prehistoria
de la víspera,
y el ascensor lunar
a mandobles nocturnos
arda por yesca,
no se confesará el ascua
dentellada final,
sonido imposible
de la Quimera eternal.