Y el jilguero alzó el vuelo por encima de las ramas del floreciente guayacán, dispuesto a batirse contra el viento, esgrimir las alas de suaves colores ante el aguacero o las redes amarillas del gran astro. Emprendió la aventura con el último aliento del sueño que señaló el nuevo hogar. Aunque es un jilguero envejecido con un mapa de cicatrices en la piel, no sucumbirá ante las fieras corrientes del viento, el inclemente sol del mediodía ni muchos de los vendavales incesantes. La hazaña comienza con el primer aleteo, la primera mirada panorámica y el primer canto de la bienaventuranza. El ave de capuchón rojo y colorido plumaje, guarda en el corazón la esperanza: siempre habrá un mañana.
D\'Valencia Tobón