Ernesto Chávez

Musa

Inmenso padecimiento de mi corazón, alegría de mis días, tormento de mis noches. Eres el principio de un callejón sin salida, la entrada a un laberinto donde voluntariamente me he perdido. Dueña a perpetuidad de mis voluntades y mis pesares, eterna soberana de mis pensamientos y fantasías.

 

Estás frente a mí inconmensurable, inexorable, indeleble, inextirpable... Y me es imposible asirte, asociarme a ti, a una ínfima idea de ti. Estás sin estar, aquí, a toda hora. Noche a noche te manifiestas en mis sueños y, entonces, eres mía por unos momentos y yo te aprisiono hasta que despierto.

 

Te observo desde las sombras, pacientemente espero mi oportunidad, la señal correcta, un pequeño resquicio, una grieta, mi invitación al paraíso. Deseo capturar tu esencia, encapsular tu aroma, adueñarme de tus besos, que tu vaho sea mi vaho y en mí perdure tu presencia.