Ascendía la tarde como un globo,
como aire comprimido en una esfera.
Recosté la mirada en la meseta
y las aves durmieron en mis hombros.
He estado quieto bajo el cielo rojo.
Inmóvil, condenado a esta madera.
Me han invitado a un baile entre la hierba,
aunque danzar sólo podrán mis ojos.
El cuadro se refleja en mis botones.
Este espacio que borra las esquinas
ha llenado mis huecos de colores.
Aquí me vuelvo horizonte y resina.
He visto el apogeo de los montes,
mas espero no estar en su caída.