No ansío la adoración de mis compatriotas,
más sí, una expresión independiente,
sin ofensas sofisticadas,
ni proposiciones indecentes.
Hoy mi encargo armoniza las palabras,
escondidas en mi corazón vehemente,
e ignora el resto de demandas,
mientras contempla su propia muerte.
Desaparecer entre rosas y auroras,
hicieron concebible conocerte (Atleta).
Yo soy el poeta que escribe sin normas,
un prosista incongruente.
Pero aquí estoy, con manos dispuestas
y mil amalgamas celestes,
para respaldarte en la carrera
desde el otro lado del puente.
Bendecidas están las fortalezas,
por los dioses de occidente y oriente,
que desaten mi alma y sus destrezas
y diluyan mi ignorancia persistente.
Ahora, harta de rimas condensadas,
señalo al atleta,
ser la fuente de mi entusiasmo.
Aquel que ante la adversidad
y el sufrimiento, da todo de sí mismo.
¿Creías que iba a olvidarte?
¡Inadmisible! Estoy aquí presente
para dar vida a tu cabida y dominio.
Cora