El amor de su vida
Un cuento de Jordi Etresi
Érase una vez, en una fiesta en una gran mansión, un hombre había sido invitado por compromiso, apuraba una copa desde el balcón cansado del bullicio, del glamour y de las falsas apariencias buscando un poco de intimidad.
En su condición de compositor reconocido no le quedaba más remedio que codearse con productores, actrices y grandes empresarios en un círculo vicioso de gente famosa, pero tenía el corazón perdido desde que perdió la vista.
De repente una melodía inundó el ambiente de una manera sutil y hermosa como nunca había escuchado. Su curiosidad era tan grande que necesitaba saber quien era esa persona que llenaba su corazón de música.
En el jardín se encontraba una bella pianista, que sin verla sí podía sentirla, se dirigió hacia ella, orientado por el sonido. Lo ayudaron a sentarse mientras ella permaneció nerviosa al tener a un gran compositor en primera fila.
Tras su exhibición se quedaron solos los dos. Se levantó, cogió su mano, lo llevó al piano y sentó junto a ella. Le dedicó unas notas musicales solo para él. Fue entonces cuando él supo todo lo que quería decirle…
DO… mingo más maravilloso que estoy viviendo desde hace mucho tiempo al conocerte.
RE…petiría este concierto solo para ti si te enamoraras de mí.
MI…mayor deseo fue encontrar el amor y justo apareciste en una noche como hoy sin yo esperarlo.
FA… milia es el futuro que espero alcanzar y construir contigo.
SOL… tú me alumbraste enviándome el amor y mi corazón se llenó de luz.
LA… vida empieza a tener sentido cuando te miro.
SI… me gustaría pasar el resto de mi vida contigo.
DO…it real.
Aunque no pudiera verla la acompañó a casa con su perro guía y ya nunca supo encontrar el camino de regreso a su hogar, porque su hogar justamente estaba frente a él.
Hoy llevan más de 60 años juntos y cuando mi abuela lo mira así pienso, que lo que está mirando no es un hombre, ni un compositor, ni siquiera mi abuelo, lo que ve realmente es el amor de su vida.
El amor es la música que hace bailar tu corazón de alegría.
Jordi Etresi
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