Al fin te oí
y pude estremecerme
con tus palabras.
Tu voz preciosa
dejaba una cadencia
inconfundible.
¡Cuánta ternura
dijiste en dos minutos
como los ángeles.
Soñé con verte.
Mirar fijo tus labios
mientras hablabas.
Y sonreírte,
cederte mi sonrisa
para tu boca.
Y el colofón:
un beso tembloroso
en tus mejillas.
Pero acabó
el sueño y el relato,
y en él tu voz.
Yo suspiré
buscando en la distancia
volver a verte
Tú me decías,
por señas, y en silencio,
que me querías.
\"Y es que el amor
no sabe de fronteras
ni de palabras.\"
Rafael Sánchez Ortega ©
20/08/22