Viajé con destino a no sé donde
asustado por lo desconocido,
llamé a la rutina que no responde
a mi débil corazón compungido.
Clausuré la ranura de tu engaño
superando murallas de amor insano,
queriendo volver a tiempos de antaño,
a la inocencia que lava mis manos.
Pero el tiempo cura las cicatrices,
con una venda que cubre los ojos
con deseos que la mente predice
para endulzar los amargos enojos.
Ya nunca más volverán a sangrar,
las viejas heridas que han cicatrizado,
estoy dispuesto a retornar a amar
sin renunciar al reciente pasado.
José Antonio Artés