ajada ahora,
sin darnos cuenta
de la urgencia del tiempo.
Y solo no queda la piel;
su sensualidad,
su lascivo tacto
el protocolo del éxtasis
la entrada al paraíso.
Solo nos queda la piel,
sus cicatrices,
marca de nuestras experiencias,
la piel, centinela de nuestros secretos
de nuestros desengaños,
de nuestras distracciones
de nuestras pasiones.