No sé si algún día llegue a amarte, pero hoy, más que nunca, te deseo con la intensidad de diez mil soles, con mi carne, con mi mente y con mi alma. Te deseo de una forma irracional: temeroso de las consecuencias, pero ansioso por recibir las recompensas.
Envidio al agua que te baña, al espejo en el que te miras cada mañana, al aire que respiras, a la sangre que corre por tus venas, envidio incluso al sol y al viento que acarician tu cuerpo.
Quiero nadar en el néctar de tus besos, infiltrarme en tus pensamientos, escurrirme entre tus recuerdos, habitar tus fantasías y deseos. Quiero arder en tus llamas, volverme cenizas, renacer y perecer, una y otra vez.
Esta situación me tiene completamente arruinado. Ya no está entre mis capacidades (o mis voluntades) el detenerme. Es preciso que sepas que ya no puedo esperar más, que un segundo es igual a una eternidad.