Llevo mil años justos sometido
a la verdad de la verdad primera,
a mi razón que la razón quisiera
con el caudal de mi deber cumplido,
y así podré escribir mi testamento
viajando al otro lado sin premura
para llegar desnudo en mi figura
y vestirme en la paz de este lamento.
También podré escribir sin resquemores
en la hoja de un papel que amarillea
un bello adiós sin queja en este duelo;
también llorar a solas sin que vea
inundar de una lágrima el pañuelo
que en el luto derraman sus dolores.
Y contemplando el mar y su marea
perdón les pediré ya desde el cielo
donde esconden las almas sus temores.
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