Obtuve la gloria de verme en sus ojos,
beber de sus labios, sus vinos y miel;
y pude con ansias, saciar mis antojos,
en noches que fueron, de amor, un rondel.
En tardes bohemias, miré sus sonrojos,
sintiendo mi boca, besando su piel;
y oyendo los trinos de los petirrojos
hicimos del mundo glorioso vergel.
Por eso en los días de la primavera
que miro florece la flor de azahar;
pregunto si acaso de nuevo pudiera
tenerla en mis brazos, volver a gozar
la dicha divina de aquella quimera,
que un día lograra ponerme a soñar.
Autor: Aníbal Rodríguez.