Dime qué me amas, así como amas la lluvia fría, como la noche pavorosa con sus estrellas, no me cierres la puerta de tu alma, jamás, déjame gozar en cada jardín, labrar tus tierras, recorrer cada horizonte y desembocar mi amor en cada laguna.
Dime qué soy tuyo, y tú mía, porque desde que naciste supe que el mundo me pertenecía, que en cada cascada mis versos caían hacia tu infinita cavidad de ternura, hacia tus azucenas de inquebrantable belleza que crecen en tus cuencas, rompiendo el sello de la noche, dejando pasar la luz de esperanza.
Dímelo, vociferalo, hazme sentir tan vivo porque sin tus palabras soy solo un zombie en el mundo de los incomprendidos,
No calles nunca, nunca me dejes morir en soledad, nunca dejes de brillar y amar, eres la paloma de mi cielo, la plenitud hecha mujer.
Dímelo, dímelo de una vez, que mi sangre hierva y forje la espada que rompa esta avidez que me carcome, que los poetas envidien nuestros sentimientos que nos alimenta como el pan y nos nutre cómo el vino porque nuestro amor es como un archipiélago.
Así que amada mía, mía eres, y mis besos son tuyos, la sencillez de mis versos son tuyos, mi voz vive porque tu vives, por eso amor, dime qué me amas, que me amas por siempre, para siempre, que el yugo de tu querer me envuelva en ti.