Freddy Kalvo

María Félix

Día veintiséis de agosto

de aquel año ochenta y siete

el dolor que se arremete

hace recordar tu adiós.

Tú te fuiste de este mundo

pero nunca tu recuerdo

porque siempre yo me acuerdo

que jugábamos los dos.

 

Tu cabello era castaño

y ondulado como mares

haciendo sus malabares

cuando el viento lo sopló.

Y brillabas como luna

con toda tu cabellera

porque fue en la primavera

que aquel soplo te llevó.

 

Tus ojos color canela

y con toque amarillento

desbordaban sentimiento

que mi Madre te heredó.

Y tu faz era halagüeña

como el agua cristalina,

tu sonrisa era genuina

y eso, lo recuerdo yo.

 

Poco tiempo tú viviste

y esperábamos, crecieras.

Diecisiete primaveras,

la dieciocho, no llegó.

¡Qué tristeza hermana mía!

El cáncer cerró tus ojos

y hoy el alma hecha manojos

con dolor te recordó.

 

Y aunque el tiempo ha transcurrido

te mantengo en mi memoria

eres parte de mi historia

que vivimos con dolor.

Cuento ya, treinta y cinco años

y mi ser nunca te olvida;

y aunque corta fue tu vida

para siempre fue tu amor.

 

¡Hermana, hermana del alma!

Escribiéndote estos versos

con recuerdos muy diversos

hasta el cielo se nubló.

Vi aquel sol que se ocultaba

con sus rayos luminosos

y en mis ojos, lagrimosos,

hasta el corazón lloró.