Imprudentemente permití que te filtraras en mis pensamientos, como una gotera que uno sabe que existe pero que no repara porque ha aprendido a vivir con ella ahí, \"¿Qué tanto daño puede hacer una minúscula gotera?\". Entonces, poco a poco, gota a gota, con total sigilo, empezaste a ocupar cada espacio, a alcanzar cada rincón y ahora mi ser está anegado, repleto de ti.
Después de algunos meses de martirio diario, mi mente se ha rebelado, se niega a seguirte pensando, al parecer aún mantiene restos de sensatez y dignidad en ella. Yo me resisto a darle tregua, a concederle la libertad, si he de vivir encadenado, también debería hacerlo ella.