Un reloj canta en la noche
entre la luz de dos cuerpos inclinados.
El deseo se abre paso entre las horas,
camina entre copas vacías
hasta llegar al sueño
donde la noche se vuelve una pregunta,
donde la eternidad se encuentra con el tacto.
Algo gotea lejos y tan cerca
entre los huesos que palpitan y se abren.
Sólo las sombras de testigo.
Solo voces que se unen en la noche.
Y el silencio abre el tiempo sin relojes
para que el deseo marque el rumbo de los cuerpos.