Cuando al vida era una brisa,
y tus contornos mi desespero,
fue que la tarde olía a tiza,
y nos gustaban los aguaceros.
Cuando la muerte estaba lejos,
y el ser feliz, nos costaba poco,
el sufrimiento era de otros,
y no soñábamos con ser viejos.
Cuando los viajes eran un mapa,
y en el “dos mil” se acababa el mundo,
tu piel se hundía en lo profundo,
de las promesas que nadie escapa.
Cuando aprendemos que en el amor,
el tiempo nunca tiñe de grises;
y que no hay cura para el dolor,
porque el color que muestra la flor,
no sobrevive sin sus raíces.