Se van los días
felices del verano
y aquí quedamos.
En soledad.
Eterna compañía
de nuestras almas.
Quedan jornadas
que nacen y recortan
calor y luz.
También se quedan
las huellas y recuerdos
entre la arena.
Porque las playas
de miel alimentaron
a las pasiones.
Y entre las olas
buscamos el salitre
de tanta sed.
Pero sin duda,
la luna, vigilante,
sigue en el cielo.
Y allí estará
ahora en el otoño
con sus canciones.
Son esas nanas
que ofrecen las resacas
con sus latidos.
Y yo me iré
al mundo del silencio
para encontrarte.
Sé que estarás
oculta y esperando
a que yo llegue.
Y encontraremos
a nuevas mariposas
y a otros veranos.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/08/22