Hincada muy serena frente al Cristo
su boca muy ferviente recitaba;
la mística plegaria que encarnaba
lo sacro que jamás había visto.
Me clava su mirada de improvisto
con una candidez que embelesaba;
y vi que en sus pupilas irradiaba
un rayo virginal, de luz provisto.
¡Jamás imaginé que tal criatura
llevara en sus entrañas el engaño;
y dile el corazón con gran ternura
sin miedo que pudiera hacerme daño;
mas toda su pureza y su ternura
tan solo de amargura fue peldaño.
Autor: Aníbal Rodríguez.