RICARDO V

Viejo molino toledano

He visto al molino quieto

resignado a ser recuerdo.

Lo he sentido silencioso

contagiando al campo abierto.

Sus ventanas eran ojos

atrancados por el tiempo

y sus brazos temblorosos

esperan que sople el viento.

Es un castillo gigante

montado sobre un otero,

vanidoso y desafiante

con los falsos caballeros.

 

He visto al molino muerto

erguido como un espectro.

Es parte del horizonte

para el que mira de lejos.

En sus entrañas el hambre

le devora el pensamiento.

No queda trigo en su muela

y ni hay harina en su infierno.

Su esencia se desmorona

haciendo añicos su cuerpo,

el que antaño daba vida

a los campos de Toledo.

 

He visto al molino viejo

en el ocaso del tiempo.

El labrador se ha marchado

y ya no sube ni a verlo.

¿Qué piensa el molino anciano?

¿Qué le queda en sus adentros?

Yo le respondo tajante,

por si me escucha en silencio,

que él ha sido el estandarte,

con aspas a barlovento,

de la musa de Cervantes

y de Toledo, su viento.

 

He visto al molino triste

por no tener desempeño.

Está dormido en el monte

habiendo perdido el sueño

de trabajar con el trigo

para hacer el pan del pueblo.

De semillas olvidadas

caídas del posadero

germinan rubias espigas

de trigo blanco y centeno

que desempolvan el alma

del triste molino viejo.