Quien se acomoda en las mesas
pierde el glamur de las aceras
por capricho del dinero
y por ostentación del “qué dirán”.
He mordido el polvo que pisé,
levantándome sin gracia
con las rodillas oxidadas,
con las uñas medio rotas.
Pasear solo, era mi estilo
mi constante y mi sino
alimentando el odio sin sentido
con semblante pervertido.
Probé la miel,
sin permiso.
No soy abeja,
pero la reina es mía.