He soñado en un lugar. En el recorrido
de mi regreso, en la necesidad
de endulzar un poco el aire
que escala mi tristeza.
He soñado nuevamente. En la lluvia,
en la humedad vidriada para la sed
de todos mis desiertos.
¡Amor que vuelves!
Que en la aurora trenzas las espinas de tus rosas
sobre los nervios de mi amor
y el ajuar de mi hereje humanidad.
¡Dulce abeja! clava la miel de tu llorar
en mi piel de perro que se fue,
como blanca bruja
que proyecta sus alas sobre mi demencia
lunar y silenciosa.
Mentiría si dijera que no he llorado,
embriagado
de amarguras negras y diciembres muertos,
y es verdad que lazos negros
me han dejado como losa fúnebre
en la aurora de tu ausencia.