Cuando despierto en la noche
y recuerdo su mirada
vibra el alma enamorada
añorando aquel derroche
de su brillo luminoso
que alumbrara mi camino
con su fulgor diamantino
tan supremo y majestuoso.
En el rielar de la luna
me imagino su sonrisa
que me dio de amor la brisa
que fue mi bella fortuna;
con su luz fosforescente
nuestros sueños cobijaba
y celosa contemplaba
nuestra pasión tan ardiente.
Se llenaban de colores
las estrellas rutilantes
observando dos amantes
ebrios de amor y de ardores;
Hasta el amplio firmamento
los suspiros se escapaban
y en sus estelas llevaban
de ilusiones el cimiento.
Embriagados de ternura
un gran idilio vivimos
el cual los dos convertimos
en regia y dulce aventura;
con esa gran marejada
de aquel fuego desbordado
cuya huella se ha quedado
en el alma resguardada.
Por eso cuando la pienso
mis pupilas se dilatan
pues mis anhelos retratan
aquel amor tan inmenso;
y en mis ojos aparece
una lágrima intranquila
que lentamente destila
su recuerdo que estremece.
Autor: Aníbal Rodríguez.