EL QUETZAL EN VUELO

LA NOCHE DEL DESEO CUMPLIDO

Sin ser ese maestro de alcoba, sin tener la experiencia deseada, puse tu cuerpo a hervir a fuego lento. Con caricias certeras di motivos a tu cerebro mas no al corazón para que agilizará la respiración, que la sangre corriera desbocada por todos los canales de tu cuerpo, hasta que el rito y el deseo se convirtiera en gemido, en llanto de alegría y torrente de pasión, en derroche, sin escatimar un solo latido, de esa ansiedad cabalgante.

La noche intrusa desde la ventana, vive la maravilla de mis caricias en tu piel, dilatación de placeres que me hacen entrar en ti, despacio, lento como la sombra y vigoroso como un beso prohibido, buscando el punto divino a un costado de tu oído y cercano al paraíso, buscando el eslabón perdido entre el deseo, la fantasía y lo que realmente tu cuerpo quiere y necesita sentir, dejar de construir en sueños y vivirlo en esta locura desenfrenada...

Nuestra noche es como un circo de tres pistas, orgásmicamente diseñado para rasgar los cielos hasta alcanzar la gloria perdida en el edén, que abra tus piernas como Moisés los mares, para dar paso al juguete travieso de mis manos, dando ritmo a tu cuerpo, como guitarra, que estalla de placer cuando canto melodías nacidas en el fulgor del deseo perdido y encontrado. Quiero despertar tus cinco sentidos, como las cinco cuerdas de mi guitarra.

Es maravilloso visitar tu jardín vaginal y recoger como ramillete de violetas esos gemidos que siembras en mi oído y exhala la noche ardiendo como fogata del deseo, que no busca solo un punto en tu cuerpo, sino que va por valles y montañas buscando todo el alfabeto, escondido por afrodita, en ese lugar remoto del deseo escondido de toda mujer, que solo sale a ventilar sus fantasías en esas noches húmedas sin cómplice ni autor.

La noche es larga y tu deseo joven. El vino sabe a néctar y tus caricias complementan la divinidad del acto, contenido en muchas letras que hoy dejamos que corriera por causes inéditos con la complicidad de la luna y el universo. Te hice mía, fui tuyo, bebi de ti, como tú de mí, ahora la noche pone sobre nuestros cuerpos un lazo de libertad, marca una vereda de ese lago que no se agota; porque el amor es así, siempre diferente, pero igual.

 

LENNOX

EL QUETZAL EN VUELO