Intuyo de alabastro sus perfiles,
los senos esculpidos en acero,
de forja incandescente su trasero,
del ébano pulido sus perniles.
Descifro sus caderas por pretiles,
brocales de su virgo placentero,
y el brillo de sus ojos el lucero
que desquicia a los míos en seniles.
Sospecho que en su pelo la negrura
es noche donde el cielo se detiene,
ardiendo del bochorno a la locura
del rítmico jadeo que va y viene
si evoca mi deseo o conjetura…
Que la imaginación…, es lo que tiene.