Había un cielo olvidado en las sábanas.
Sólo en medio de la sobria nostalgia
que produce el olvido.
Eterna ausencia que se desvanece,
Gruta de vientos y mareas huecas,
Soplo de la noche oscura del cuerpo,
Jardín secreto poblado de plantas,
Cuna de las huellas de la pasión.
Y me llegó la aulaga de su luz
Como un aullido de frutas maduras,
El despertar de su rostro de azúcar,
El abismo de sus acantilados
De seda y algas marinas.
Supe del negro rostro de la vida,
De la savia de sus campos en flor,
De la música suave,
De sus címbalos que al cielo imitan.
Dormir quise en sus anchas
Radas protegidas por el fanal
Del cuerpo y los encajes de la espuma,
Contumaz barquero que se alimenta
De sabrosas sedas humedecidas,
Paciente buscador
Del tesoro que custodian tus piernas.