Que extraña es esa gaviota,
que todas las mañanas llega
a la barca, dónde yo trabajo;
y su chillido me alegra el alma.
Cuando regreso de pesca,
me espera, yo simplemente
me río, porque le traigo algún
alimento para ella.
Que extraña es esa gaviota, porque
me pongo contento, y le exclamo:
toma mi Rosita aliméntate!
y su aleteo lo hace elegante, endulza
mis días, hasta geniales son.