No hace falta que me mires mujer,
porque tú silencio me lo dice, que
como un tonto busco lo que no tienes
para mí; hasta tú sonrisa me
sabe a no se qué, no hay amor para
mí; mejor alejarme de ti para no tener
su desprecio, y así tener mis días
geniales y en mi casita, rodeado
de rosas que hasta en mi balcón,
otra las miran dulcemente y felices,
sin tener que soportar sus desplantes.