Primero, aquella cita en un lejano jardín,
Tu tez y tu voz, tu negro y recio sentir,
Más tarde esas cartitas de escrito febril,
Que me juraban por que no y de nuevo que si,
Aquel romance en nuestra cuadra allí se quedó,
pasando sin querer de la vida al dolor,
Tal vez por los muchos años que nos quisimos,
Quizás por las noches que huíamos como niños,
Caso es que quedamos con culpas que nunca debimos,
Pecados que nunca repartimos al decirnos adiós.