Duerme la Luna
sobre tejados de pueblos olvidados,
entre cigüeñas, almendros
y arroyos solitarios.
Al pasar sobre la Alhambra,
baja por la Torre de la Vela
se perfuma con aromas de gardenia
y espera la llegada del alba
sobre Plaza Nueva.
Se baña la Luna
en playas dormidas de plata,
los reflejos del agua le hablan
de recuerdos que la acompañan,
desde Almería a Huelva,
pero quedó dormida, mecida
en la belleza de Granada.
Al llegar la alborada,
a escondidas con el sol se cita,
para mostrarle su blanco tul,
bordado de estrellas y conchas finas.