Tan rápido como se manifiesta, se desvanece.
Poco a poco la cordura regresa, las piezas vuelven a su sitio en sincronía; es como sumergirse en agua gélida y volver a la vida. Es como si nada hubiera pasado, aquí no hubo una destrucción masiva, aquí nunca habitaron sentimientos irracionales.
La reina perdió su trono, abdicó o la derrocaron, y, así, su nombre perdió el misticismo que cargaba, ya no hay magia a su alrededor y ya no hay una necesidad intrínseca de rendirse ante ella.
El prisionero fue liberado, el castigo esta vez no fue eterno.