Vislumbro en mis noches de humo y velas,
con las cortinas abiertas, espejismos de estrellas,
en cielos melancólicos, profetas de eternidad,
y su manto cósmico de adornos marchitos,
que no por ser marchitos dejarán de brillar.
Si una estrella muere, no es una estrella menos,
es la rebelión de la mortalidad,
es un brillo prolongado que se escapa del infierno,
se vuela hasta el cielo, y alcanza su libertad.
Vislumbro en mis noches de humo y velas,
con las cortinas abiertas, espejismos de estrellas,
soñando con el tiempo de convertirme en una más de ellas,
cuando al lado de Saturno, también pueda brillar.
Que la sorpresa taciturna, toque mi puerta,
que para ser una más de ellas,
convertirme en espejismo primero debo,
y que el polvo de estrellas por los aires vuele,
renaciendo inolvidable en la inmensa oscuridad.