No desprecies el espíritu para enaltecer el cuerpo,
ni olvides el cuerpo cuando te complace el espíritu.
Si el espíritu y el cuerpo se desunen
solo queda apatía e ignorancia,
pero, cuando los dos se enlazan
en matrimonio de amor transparente,
se abren las conciencias
y renace el alma en una palabra sublimada.
Es el fruto maduro de la humanidad.