No me cansa extrañarle, en su tan cierta y profunda despedida, no me cansa, me siento casi suicida.
Placebos al amor que deseaba brindarle, ese que piensa y no puede olvidarle, aquello no retorna, se ha ido... ya es tarde.
Cualquier sonido provoca que una mirada al teléfono quiera regalarle, ¡Malditas ganas de llamarle!
Me escondo en la penumbra de mi alcoba cobarde, titubean mis sentidos, temblorosas yacen mis manos, ahogo profundos suspiros, no hago más que extrañarle, no quiero dejar de soñarle.