Tengo una amiga en la familia
que de ancestros pinta normas,
pues su estirpe lleva formas
y lo sabe bien Adilia
que su hijastra, la Cecilia
lleva tiempo de saberlo
que a su hermano va a perderlo
sabiendo que aún se arrastra
por la piel de su madrastra,
la sobrina de don Merlo.
Su hermanastro que le quiere,
pues la abraza y le sonroja,
ella, coqueta se moja
de emociones, y sugiere
que su amor por él se muere
y que empiecen un romance,
este sin perder el chance
la convierte a su convento
y se ríe del momento
en cual pasa este percance.
Un día, no llegó Alicia
de don Merlo, la indicada,
esta niña desgraciada
se acostó con la caricia
que introdujo con malicia
su cuñado, el alevoso
que tan torpe y mentiroso
le promete un paraíso
donde no existe permiso
ni aburrido ni gracioso.
Alicia y Adilia Pellas
son las hijas de don Merlo
que está viudo sin saberlo
y las cuida a sus gemelas.
Cuando pasa las secuelas
se conmueve adolorido
y sin darse por vencido
piensa de este hombre vengarse
y aunque poco va a tardarse
le propina un merecido.
La inocencia de Cecilia
la convierte en una presa
y por ser bella princesa
es hijastra y nuera de Adilia.
El enredo en la familia
se complica cuando el viento
se despierta muy violento
y desprende la alborada;
dos hermanas en la nada
van preñadas sobre el cuento.
El hombre de las muchachas
de don Merlo es gran hermano,
tío de ellas el gusano
que se viste de carcachas.
Es cuñado de las rachas
y de sus hijos pariente,
y muy tranquilo se siente
por ser en la vida todo,
ya solo le falta el lodo
y la risa prepotente.
Don Merlo tan admirado
a su hermano lo hace suegro
vengando así lo del cedro
que pa’ su nieto es cuñado.
Lo de hermanos han callado
y son yernos sensitivos,
también suegros con motivos
que se pelean las cimas;
sus Hijas; madrastras, primas,
y, sobrinas de cultivos.
Samuel Dixon